Hablamos de la crisis del coronavirus, pero sería más adecuado hablar de las crisis del coronavirus. O de una crisis con varias fases.
Fase 1: Crisis sanitaria
En este momento, estaríamos viviendo la primera: la sanitaria. La velocidad de la infección y la extensión de la misma, ha supuesto un verdadero test de estrés para nuestro sistema sanitario. Y en esa prueba, no ha salido bien librado.
La saturación de la sanidad nacional por la expansión del virus provocó un vuelco de la opinión de los españoles según recoge el Barómetro Continuo sobre la Crisis del Coronavirus de Metroscopia: si cuando se conocieron los primeros contagios en nuestro país, y antes de la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno, la mayoría de ciudadanos confiaba en la preparación de nuestro sistema de salud para hacer frente a la pandemia (61%), a finales de marzo, en el pico de la infección, un porcentaje algo superior (65%) creía, por el contrario, que nuestro sistema no estaba preparado. La constatación de una evidencia.
No obstante, y esta es una matización importante, la percepción negativa de los ciudadanos de nuestro sistema de salud se focaliza en la falta de medios con los que cuenta en personal sanitario (el 78% cree que carece de los recursos adecuados) y no en su capacidad o preparación. Es más, casi nueve de cada 10 españoles consideran que los profesionales de la salud están cualificados para hacer frente a la pandemia.
Su profesionalidad, fuera de duda, y sus esfuerzos redoblados durante todos estos días son recompensados por los españoles en la medida de sus posibilidades: el 74% le dedica aplausos desde sus ventanas o balcones (el 50% lo hace diariamente y el 24% a veces). Un 21% adicional no sale, pero comparte las razones y solo el 4% se desentiende de esa simbólica muestra de apoyo y agradecimiento.
Fase 2: Crisis económica
Para salir de esta primera fase, el Gobierno ha adoptado una serie de medidas inéditas en nuestra historia reciente: entre ellas, el confinamiento total de la población y la suspensión de la actividad económica no esencial.
Unas medidas que cuentan con la aprobación de la práctica totalidad de la ciudadanía (el 89% se muestra de acuerdo con esa suspensión), a pesar de que la mayoría percibe que estas tendrán consecuencias económicas para España y para sus propios bolsillos. Esa será la segunda crisis o la segunda fase de la crisis: la económica.
Hoy por hoy, y frente a ese falso dilema que plantea elegir entre la salud y la economía, la mayoría de españoles prioriza frenar la epidemia, aunque eso implique un impacto económico más elevado (70% frente a 10%). La salud, nunca mejor dicho, es lo primero. Luego vendrá lo demás. Y lo demás, de momento, se percibe con más oscuros que claros.
Si el presente es pesimista —el porcentaje de ciudadanos que califica negativamente la actual situación económica vuelve a niveles de 2016 situándose por encima del 80%—, el futuro se ve con espanto. El 73% cree que las consecuencias económicas que tendrá el coronavirus sobre la economía española serán mayores que las que tuvo la crisis de 2008; y el 81% considera que nuestra economía no está en condiciones de superar estas posibles consecuencias.
Fase 3: Crisis social
En septiembre se cumplirán 12 años de la quiebra de la compañía global de servicios financieros de Estados Unidos Lehman Brothers con la que, para muchos, dio comienzo la llamada Gran Recesión: la crisis económica mundial que afectó, en mayor o menor medida, a todos los países del planeta, incluyendo, claro está, a España.
Una crisis que se desarrolló, también, en varias fases. La primera, obviamente, fue la económica. En el caso concreto de nuestro país, esta estuvo caracterizada, principalmente, por un aumento de las tasas de paro y un incremento de las desigualdades sociales hasta niveles prácticamente desconocidos en, al menos, los anteriores cuarenta años.
Aquella crisis económica dio paso —provocó, en realidad— una crisis social porque su reparto fue muy desigual: afectó en mucha mayor medida a los estratos inferiores que vieron cómo sus niveles de vida disminuían de forma drástica generando situaciones de pobreza y exclusión social desconocidos en nuestro país desde décadas atrás.
Según algunos cálculos de la Fundación BBVA, la crisis económica trajo un descenso de la renta disponible de las familias y la clase media en España perdió cerca de tres millones y medio de personas (datos hasta 2017).
Fase 4: Crisis institucional
Y frente a la mayor crisis económica y a la más grave y profunda crisis social a las que España ha tenido que hacer frente en décadas, los ciudadanos se encontraron en aquellos momentos con unas instituciones que se mostraron incapaces de atender a sus urgentes demandas de ayuda. En especial, pero no únicamente, las instituciones políticas. Fue la tercera fase de la crisis: la crisis institucional, cuya consecuencia más importante fue el cambio del bipartidismo imperfecto que había definido a nuestro sistema de partidos durante décadas a un multipartidismo (probablemente, también imperfecto) que no ha logrado acabar con la mala imagen que las instituciones políticas arrastran desde entonces.
El papel de las instituciones
En todo caso, es un aviso a navegantes. Para evitar una tercera fase crítica, la institucional, las principales instituciones de nuestro país (y también aquellas internacionales de las que formamos parte, como la UE) deben reaccionar y ser capaces de dar o transmitir cierta protección, seguridad y certidumbre a los ciudadanos. Las instituciones son los pilares básicos que articulan la vida social de un país. De la solidez institucional deviene la fortaleza democrática. Si los ciudadanos desconfían de las instituciones la democracia está en riesgo.
Sobre el autor:
José Pablo Ferrándiz es Doctor en Sociología, Investigador Principal de Metroscopia, profesor asociado en la UC3M de Madrid y colaborador habitual de Marzo Agencia Creativa.